Por David M. Houghton.
1. CARTERO –
CHARLES BUKOWSKI – 1972
Para alguien que
posea una mediana sensibilidad, resulta inevitable considerar, por lo menos en
algún momento de su existencia, la degradación y mecanización cotidiana a la
que le somete la vida laboral. Inmersos en el absurdo engranaje de un sistema
productivo del que nos vemos obligados a tomar parte para no perecer social y
físicamente, acudimos día a día a cumplir tareas repetitivas y enajenantes con
el único incentivo de recibir un modesto salario que nos permitirá participar
en la repartición equitativa del tedio y la mediocridad. Problema de amplias
dimensiones existenciales que, pese a haber sido considerado y analizado
con amplitud de enfoques, sigue siendo
pieza clave a la hora de explicar la crisis existencial del hombre moderno.
Consciente de tal situación y apremiado por sus propias condiciones de vida,
Charles Bukowski hace de su experiencia como empleado del servicio postal de Los
Ángeles la materia de su primera obra en prosa, Cartero (Post office), publicada en 1971. Podría argüirse, sin
embargo, que se puede acceder por mejores fuentes a una reflexión literaria profunda
acerca de la cosificación producida por un sistema productivo basado
exclusivamente en la eficiencia y el máximo beneficio. La novedad de la novela radica
en el tratamiento narrativo que Bukowski hace de este problema. Siendo esta la
primera de una larga serie de apariciones del H. Chinaski, evidente trasunto
literario del autor, en Cartero se
percibe la aplastante realidad de un empleo absurdo que socava cualquier rasgo
de sensibilidad y libertad. Rodeado de seres pusilánimes y conformistas,
aturdido con el carácter obtuso de reglamentos y jerarquías, Chinaski devela
progresivamente la atmósfera de estolidez que se respira en su entorno.
Renunciando a seguir ciegamente las normas, gastando el salario en apuestas o
en licor y desafiando diariamente la autoridad que denuncia como hipócrita, el
personaje debe resignarse a permanecer en su empleo durante doce años hasta que
opta por dedicarse definitivamente a la escritura.
Como primera obra
literaria en prosa de este autor norteamericano de origen alemán, en Cartero se
materializa por primera vez el singular y polémico estilo narrativo que ya era
evidente en su obra en verso. Despojándose de todo escrúpulo, Bukowski hace de
los marginales y los mediocres sus protagonistas. Todas las situaciones que
describe se desarrollan en escenarios hostiles y se caracterizan por tratar
abiertamente temas como la sexualidad, la enfermedad, los excesos con el
alcohol, la miseria, desde un punto de vista realista y descarnado. Este
aspecto particular de la prosa de Bukowski despoja de cualquier fingida
investidura a los individuos, igualándolos en el sentido de su vulnerabilidad
física y biológica.
En el caso
específico de la novela en cuestión, un mundo regido por la apariencia y la
ostentación como lo es el de Los Ángeles, es presentado desde la perspectiva de los
desocupados, las prostitutas, los alcohólicos, permitiéndonos asistir a la cara
oculta del glamour y la vanidad, al sórdido escenario en el que se desenvuelven
aquellos que, como Chinaski, tienen dos alternativas: resignarse a repetir una
tarea absurda por el resto de su vida o permanecer al margen de esa degradante
maquinaria como outsiders y, en casos excepcionales, como artistas.
2. LA SENDA DEL
PERDEDOR – CHARLES BUKOWSKI – 1982
Se trata de un
relato autobiográfico crudo, sin eufemismos, en el que Bukowski reconstruye las
experiencias más significativas de su niñez, su adolescencia y su iniciación
como escritor, materializando su narración en el alter ego artístico Henry
Chinaski.
Desprovisto de
elementos retóricos u ornamentales, en La
Senda del Perdedor (Ham on rye) podemos asistir a la relación descarnada y visceral del
recorrido tormentoso que tienen que seguir aquellos seres marginales que se
encuentran fuera de las estructuras jerárquicas de la sociedad. Aislado a causa
de su aspecto físico y su temperamento rayano en la misantropía, maltratado por
su padre y carente de expectativas existenciales, Chinaski refiere con dureza
los años de aprendizaje en los que tendrá que moldear un carácter fuerte – soy
un tipo duro, se lee reiteradamente en la novela – para poder hacer frente a un
entorno social hipócrita y decadente.
El rechazo y la marginalidad a las que se
ve sometido permanentemente el joven Chinaski, desenmascaran un sistema
ilusorio basado en las apariencias, cuyo único fin es asegurar la reproducción
de un estilo de vida absurdo y carente de sentido. Trabajar, engendrar, elegir
un buen candidato, pagar los impuestos, adquirir una casa a cuotas, y, en
general, todos los elementos que constituyen la búsqueda vital del
norteamericano promedio, son rechazados de plano y sometidos a un severo y
constante cuestionamiento. Antes que seguir el destino mediocre y alienante de
millones de seres, Chinaski prefiere arrojarse a un tren de vida en el que el alcohol
y la literatura serán los únicos medios para contrarrestar el sinsentido de la
existencia.
Los episodios de
la novela, narrados en primera persona, son presentados con una plasticidad
casi cinematográfica. Primeros planos en los que las deformidades y las
excrecencias de las personas son descritas sin consideraciones de ninguna
clase, despojando a todos los individuos de los privilegios que pudieran
obtener a causa de su atuendo o su profesión, desmitificando y denunciando como
aparente la superioridad fundada en la riqueza material. La novela de Bukowski
se centra en la descripción escueta de un mundo vulgar que solapadamente
segrega a todos aquellos que no son dignos de pertenecer a los afortunados
defensores de la democracia y las libertades individuales. Las contradicciones
económicas y sociales de los Estados Unidos posteriores al crack del 29, en el
que las masas crecientes de desempleados contrastan con la inoculación en la
consciencia colectiva de ideas chovinistas acerca de la prosperidad de la
nación americana, se reflejan estruendosamente en la historia personal de
Chinaski. Presionado por su familia y sus maestros para que elija una profesión
y asegure un futuro digno, el personaje se revela contra estos mandatos y manda
al traste todas las convenciones sociales y se define reiteradamente como un
individuo carente de expectativas frente a la existencia.
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