El escenario de la falla: una reseña sobre El ensayo es el concierto (2023), obra ensayística debut de Juan Guillermo Soto
El ensayo es el concierto es el primer libro de Juan Guillermo Soto. Su edición fue
posible tras obtener la beca Publicación de obra inédita, del Programa nacional
de Estímulos del Ministerio de Cultura de Colombia, en el año 2023. La
editorial Domingo Atrasado incluyó este libro en su colección de Cuadernos
Anarquistas. La propuesta que se anuncia desde el título es explorar las
relaciones entre la literatura y la música, ensayando el siempre camaleónico,
híbrido, mutante, centáurico género que nos legó el Señor de la Montaña, Monsieur
Michel.
Con una voz que se
sabe personal y auténtica, Juan Guillermo Soto va dando cuenta de sus
hallazgos, tejiendo puentes, cantando el viaje: “En la música, ensayar es
montar un repertorio de canciones. De tal forma que el artista llega al ensayo
con su experiencia musical, que a su vez constituye un eslabón de la
experiencia musical humana, y, su propia experiencia de vida”. Esta repetitiva
preparación es necesaria para, en el escenario, “llevar la obra al ideal
(¿desafortunado?) de la perfección y de la redondez”. Bien lo sabe él,
ensayador pertinaz desde hace ya casi tres décadas, con agrupaciones musicales
cuyos intereses incluyen el metal, el rock yijajeño, el electro rock, y el rock
pechánico-chamánico-progresivo. Cada vez que se entra a un cuarto de ensayo, la
motivación “principal, y final, suele ser ese concierto, la impecable cereza
del pastel; un performance o puesta en escena de dicha ‘perfección’, un lugar
en el que, desafortunadamente, se le teme a muerte al error”.
Errar y/o morir.
Vomitar y caer. Como algunos amigos
que ya no están.
En cambio, el ensayo
literario “no pretende otra cosa que ensayar, por lo tanto no hay cereza en el
pastel. Nada pasa después. Al final del ensayo, se apaga la consola. Se cierra
el libro. En la música, por lo general, se ensaya como preparación para el
recital o concierto. En literatura, se ensaya para ensayar. En literatura, el
ensayo es el concierto”. Me interesa esta mirada del músico que escribe, del
escritor cuya música se hace ensayo, intento, relato de ideas, intuiciones y
memoria; búsqueda, canto, travesía... es decir, poema.
Varios son los valores de
este libro: el conocimiento de oficio que aporta su autor acerca de la literatura
y la música, ambas eternas aspirantes a la inalcanzable totalidad del
silencio... eternas fracasantes; la versatilidad en el lenguaje –ésta es una de
las preocupaciones constantes del autor– a través del cual se poetiza el
pensamiento y se descubren nuevas notas de color en una frase; un tono lúdico,
cercano al lector, y, por ello mismo, el riesgo, el salirse de la partitura de
los buenos modales académicos; el verterse allí, en el texto, como un solo de
trompeta encordada con hilos de vino y arena de la Tatacoa volando desde
cándido hasta el altico sobre luciérnagas de humo... y ser memoria, y
experiencia, y creación.
También encuentro cierta
intención aforística en no pocas páginas del libro. Desde su título, repetido a
lo largo de todo el texto como un leitmotiv, hasta muchas otras
sentencias que sintetizan la clara visión de Soto:
“La mirada personal del
ensayista es a la palabra escrita como el arco a la flecha. La diana: el
lector”.
“¡Oh!, ¡epifanía que
convoca y que dispersa!”
“El ensayo es una sala
llena de espejos con un solo invitado: el escritor, quien constantemente va y
vuelve a la sala disfrazado de este u otro personaje (...), pero sobre todo
disfrazado de sí mismo, es decir de escritor, para charlar sobre lo que sea
consigo mismo, es decir con un yo disfrazado de otro: el lector”.
“Busco la consagración del vino en agua y viceversa. ¿Cuál es el destino y cuál el origen? La poesía en el ensayo: trazar la ruta de dicha consagración. Un camino, de ida y regreso constante, de la revelación a la obra y viceversa. El lenguaje es un camino. Arrancó y terminará en el mismo lado: ninguno”.
Como si fuera poco, desde París, Neiva o Ixtlán, leyendo a Rulfo, Aurelio Arturo o Huidobro, con las hermanas Musía o Castaneda, el autor no deja ni por una coma de hablar consigo mismo, es decir, con todos nosotros, incluyendo a Simón Ernesto.
El ensayo es el concierto de la vida, que es el escenario de la falla, que a su vez es el eterno virtuosismo del amor.
Se nota que Juan Guillermo Soto escribe como compone. Sabe mirar, pues Santa Lucía, la patrona de los ciegos, lo protege. Pero ¿qué es mirar?
Daniel Padilla
Serrato
Tallerista
del área de literatura
Centro
Cultural Universidad del Tolima
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