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Manifiesto (hablo por mi diferencia) (1986): un poema de Pedro Lemebel





Pedro Segundo Mardones Lemebel (Santiago de Chile, 21 de noviembre de 1952 - ibídem, 23 de enero de 2015) fue un escritor, cronista y artista plástico chileno. Su obra escrita aborda los temas de la marginalidad chilena utilizando para ello algunas referencias autobiográficas. Referente de la literatura homosexual y contestataria, su estilo irreverente se ha dado a conocer por toda Hispanoamérica, siendo uno de los escritores chilenos con mayor proyección internacional. Su obra ha sido traducida a varios idiomas, tales como el francés, el italiano y el inglés.

     Como artista de performances y como escritor, su trabajo se caracterizó por el uso de la provocación y el resentimiento como herramientas para la denuncia política y social. Lemebel fue cronista de Página Abierta, La Nación, de las revistas de izquierda Punto Final (desde 1998) y The Clinic. También condujo programas radiales, dirigió talleres de crónicas y dio conferencias en diversas universidades, como la Universidad de Harvard y la Universidad Stanford.* 

(*Todos los datos biográficos anteriores vía Wikipedia.)





Manifiesto (hablo por mi diferencia)

Pedro Lemebel


No soy Pasolini pidiendo explicaciones

No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como en el barco del general Ibáñez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparaíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos Humanos
no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeándonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve
Y no se sienta agredido
Si le hablo de estas cosas
Y le miro el bulto
No soy hipócrita
¿Acaso las tetas de una mujer
no lo hacen bajar la vista?
¿No cree usted
que solos en la sierra
algo se nos iba a ocurrir?
Aunque después me odie
Por corromper su moral revolucionaria
¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?
Y no hablo de meterlo y sacarlo
Y sacarlo y meterlo solamente
Hablo de ternura compañero
Usted no sabe
Cómo cuesta encontrar el amor
En estas condiciones
Usted no sabe
Qué es cargar con esta lepra
La gente guarda las distancias
La gente comprende y dice:
Es marica pero escribe bien
Es marica pero es buen amigo
Súper-buena-onda
Yo no soy buena onda
Yo acepto al mundo
Sin pedirle esa buena onda
Pero igual se ríen
Tengo cicatrices de risas en la espalda
Usted cree que pienso con el poto
Y que al primer parrillazo de la CNI
Lo iba a soltar todo
No sabe que la hombría
Nunca la aprendí en los cuarteles
Mi hombría me la enseñó la noche
Detrás de un poste
Esa hombría de la que usted se jacta
Se la metieron en el regimiento
Un milico asesino
De esos que aún están en el poder
Mi hombría no la recibí del partido
Porque me rechazaron con risitas
Muchas veces
Mi hombría la aprendí participando
En la dura de esos años
Y se rieron de mi voz amariconada
Gritando: Y va a caer, y va a caer
Y aunque usted grita como hombre
No ha conseguido que se vaya
Mi hombría fue la mordaza
No fue ir al estadio
Y agarrarme a combos por el Colo Colo
El fútbol es otra homosexualidad tapada
Como el box, la política y el vino
Mi hombría fue morderme las burlas
Comer rabia para no matar a todo el mundo
Mi hombría es aceptarme diferente
Ser cobarde es mucho más duro
Yo no pongo la otra mejilla
Pongo el culo compañero
Y ésa es mi venganza
Mi hombría espera paciente
Que los machos se hagan viejos
Porque a esta altura del partido
La izquierda tranza su culo lacio
En el parlamento
Mi hombría fue difícil
Por eso a este tren no me subo
Sin saber dónde va
Yo no voy a cambiar por el marxismo
Que me rechazó tantas veces
No necesito cambiar
Soy más subversivo que usted
No voy a cambiar solamente
Porque los pobres y los ricos
A otro perro con ese hueso
Tampoco porque el capitalismo es injusto
En Nueva York los maricas se besan en la calle
Pero esa parte se la dejo a usted
Que tanto le interesa
Que la revolución no se pudra del todo
A usted le doy este mensaje
Y no es por mí
Yo estoy viejo
Y su utopía es para las generaciones futuras
Hay tantos niños que van a nacer
Con una alíta rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
Les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.




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Lectura de "Manifiesto (hablo por mi diferencia)"
(1986) por Sergio Contreras





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Nota sobre "Manifiesto (hablo por mi diferencia)" (1986), 
poema de Pedro Lemebel 



Por Leonardo Mora
colectivozerkalo@gmail.com



Manifiesto (hablo por mi diferencia) fue leído como intervención en un acto político de la izquierda en septiembre de 1986. En este bello poema/manifiesto se puede entrever la brutal honestidad de quien nos habla desde una individualidad enfrentada a un mundo intolerante, pugna que se agrava más cuando el sujeto se ocupa de la búsqueda y afirmación de una identidad que incomoda en el siempre autocomplacido y retrógrado conjunto social: en el caso del poeta chileno, su condición homosexual. 

  Se sabe -aunque jamás será recurrente condenarlo- que la sociedad en general, con sus instituciones y absurdos modelos de regulación, antes que mostrar un carácter abierto y comprensivo para los diferentes modos de ser, lamentablemente gusta más de ocuparse en crear odiosas etiquetas para clasificar, alejar y anular lo que es diferente, lo que no es nosotros, lo que no entendemos, lo que nos sobrepasa, pero sobre todo, con lo que no estamos dispuestos a identificarnos. Un trato deshumanizado y frío de la persona como un producto de consumo desechable, que sólo vale en el caso de que se inserte ventajosamente en los flujos de mercado.

     Lemebel en su poema desarrolla una fuerte postura crítica a través de unos versos directos y valientes que constituyen lo que se ha llamado con precisión un resentimiento lírico. El heraldo que asume, visto de manera global, es la distancia que establece el ser, la voz poética (como artista, como persona, como militante) al no hallar correspondencia ni empatía de parte del conjunto social. Lo que es peor aún, el poeta ni siquiera puede sentirse respaldado por su grupo ideológico -el cual se ha fundado, paradójicamente en una necesidad de disminuir las desigualdades sociales- porque su entrega a la causa y su trabajo no prima sobre sus preferencias sexuales. Antes bien, la voz del poema satiriza las contradicciones de la militancia o de un sistema político cualquiera con su papel redentor y garante de unas condiciones de existencia, ya sea material, social, o emocional.

   Los cometidos e inclinaciones políticas en grupo son siempre más fáciles de defender, de gritar, de asumir, que el ejercicio de autocuestionamiento sincero: ¿Hasta qué punto mi compromiso ético, personal, en verdad está en sintonía, o capacitado, para entender a profundidad lo que defiendo o con lo que me identifico? Localizamos en el poema la presencia de esa enorme y tan esquiva dificultad que entraña el ser consecuentes con una idea, con una inclinación, o por lo menos con el esfuerzo de ahondar en sus implicaciones y en las exigencias que denotan. Nuestra época abunda en adeptos que se apegan superficialmente a un cúmulo de ideas y consignas prefabricadas, dinámica que entre otras cosas obedece a la aceptación social o a empuñar la bandera de turno. 

     Lemebel también se ensaña contra la equivocada idea de masculinidad que el machismo más tóxico gusta de pregonar y tergiversar hasta el cansancio, quizás para eliminar dudas de una monolítica e irrebatible identidad. Nada se asemeja a la verdadera fortaleza, nos manifiesta el poeta, como el esfuerzo en todo momento de mantener la entereza y el orgullo ante los embates del monstruo social al que estamos sometidos. Cabe anotar que a menudo en la cotidianidad, equivocadamente se ha normalizado la asignación de virtudes a un género en particular. El poema entonces nos sugiere replantearnos y superar esa correspondencia fácil e injusta: la valentía, la entrega, el respeto, la consecuencia, el valor, el compromiso por la verdad, la sinceridad, está muy lejos de pertenecer solamente al dominio del hombre. De nosotros depende reconocerlo en quien realmente los demuestre con acciones, no los finja o los pregone vacuamente.  

   A su vez, el poeta implícitamente pregunta: ¿De qué manera se anula y se desconoce la homosexualidad? ¿Cuántos y quienes la respetan como condición, o se toman el trabajo de comprender mejor sus especificidades? ¿Por qué evitar o esconder su humanidad, su carácter, sus manifestaciones, su lugar en el mundo? ¿Qué miedos o represiones descansan detrás de la marginación sexual y la vulneración de los derechos de las minorías? ¿De que manera el futuro abordará las preferencias sexuales no predominantes? 

     A pesar de la violencia del descarnado manifiesto, el poeta no escatima en ironías y sentido del humor que amortiguan las duras experiencias en su enfrentamiento con el mundo  y guarda una leve esperanza de las generaciones futuras puedan, por lo menos, ser más indulgentes para con la distintas maneras de ser y sentir.

   Por todo ello y mucho más, el manifiesto de Pedro Lemebel tiene una enorme pertinencia actual, sobre todo en una contemporaneidad que se dice tolerante y con hondura intelectual, pero que pocas veces actúa en consecuencia, y mucho menos está en capacidad de expresar una postura política y personal de manera radical, con talento artístico y con descarnado nervio. Más que una temática de género, más que un producto queer, más que señalar una problemática social que alcanza hasta la militancia política como proyecto, es la calidad literaria del poema, su dolorosa belleza, lo cual permite que el lector se conmueva por una tragedia personal que alcanza visos existencialistas, y que reflexione sobre las etiquetas, las ideologías y los comportamientos que anulan tantas veces la comprensión y la solidaridad hacia la condición humana.

Comentarios

  1. Muy interesante escrito, Leo. Que grande que era Pedro, sobretodo pensándolo inserto en una sociedad profundamente conservadora, no tan alejada moralmente de la herencia dictatorial. ¡Felicidades!

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Mil gracias a ti Sergio, por leer el texto. Exactamente como dices, las pruebas y las penurias que tuvo que pasar Pedro a causa de su disidencia son poetizadas desgarradoramente. Pero hay esperanza, como sugiere el poema, de que cambiemos las mentalidades y construyamos una mejor sociedad donde haya cabida para el respeto y el reconocimiento a las diferencias. Un gran abrazo.

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