Por Iván Esguerra Sierra
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Esta pregunta se la hace el actor Eddie Redmayne en su rol de Einar al personaje de Alicia Vikander (Gerda Wagener), en uno de los momentos definitivos y finales en la película “La chica Danesa”. Duda que brinda ese momento sublime a cualquier relación, y en especial al asunto que aqueja la trama central de esta melodramática cinta. Frase que además simplifica la hora cincuenta y nueve minutos que dura la misma.
Basada en la novela de ficción del mismo título publicada en el año 2000 por David Ebershof y dirigida por Thomas George "Tom" Hooper, ciudadano londinense nominado a varios estímulos y ganador del Premio Òscar por la película “El discurso del rey”. The Danish Girl intenta retratar los sucesos definitivos en la vida de un paisajista, quien al tratar de darle un impulso a la obra de su esposa, una ilustradora de modas, cae en un juego transgresor que termina por envolverlo y sacar a flote su verdadera sexualidad, lo cual finalmente desemboca en convertirlo en el primer hombre en someterse a una cirugía de reasignación de sexo y le hizo la primera mujer transexual de la historia. Eso sí, pasando primero por unos cuantos doctores que no dudaron en tacharlo de esquizofrénico y que quisieron tratarlo con electricidad y medicinas sicotrópicas, pero que no lograron nada. Por el contrario, fortalecieron los deseos de una amante (Gerda) llena de dudas que quiso hacer todo por la felicidad de su pareja. Dudas, angustia y de dolor que llevan a la pregunta que Einar le lanza en un momento de convalecencia, y que da título a esta reseña. ¿Qué hice para merecer tanto amor?
Teniendo como base el momento de esta expresión en la película me gustaría resaltar lo obvio. La razón por la que esta artista se llevó el premio Óscar para actriz de reparto 2015. La auténtica protagonista. La señorita Vikander quien interpreta un papel con mucha profundidad. En sus gestos refleja lo que cualquiera en su posición padecería. Cualquiera que ame y quiera sentirse amado. Esos ojos de deseo y ternura en las escenas frustradas de cama. Esas caricias de pena y dolor en los momentos de delirio producidos por la fiebre postquirúrgica en el cuerpo de Einar. ¿Quién no quisiera encontrar un amor así?
Magistral actuación para una belleza sueca educada en el ballet y en el mundo de las tablas. Personaje difícil de olvidar por su carga emotiva con tan pintoresco desarrollo.
Un buen guion literario muestra el paisaje para que el director desarrolle su historia, dicta uno o varios caminos para seguir. En este llegué a la conclusión que Lucinda Coxon falló al escribirlo. Se mantuvo en terreno seguro. Me resulto decepcionante. A mi parecer no logro profundizar en lo complejo que tuvo que ser para Einar llegar a ser Lili. Le falto emoción y fuerza. Hubiese sido muy interesante conocer su parte interior. No da explicaciones de cómo llega a la certeza de que su verdadera condición es la de ser mujer. Salvo por un encuentro tímidamente homosexual con el personaje de Ben Whishaw (Henrik Sandal) y una vez que esa premisa ya está medianamente formada (y estamos en medio de la alteración) tampoco se extiende demasiado al mostrar cómo está siendo la experiencia para Lili.
La ambientación y fotografía se manejaron de forma talentosa. Pero como no puede ser así, si lo hicieron con los colores propios de Dinamarca lugar en el que se grabó. Lograron captar la época. La puesta en escena por momentos empalaga y llega a sentirse cursi. Se percibe una opresora elegancia. Pero que podemos hacer si la vida en ese tiempo era así.
Aunque muchas personas dicen que Einar está muy bien adaptado, me parece que el problema con el guion no lo dejó florecer. (Aunque en las escenas con Gerda, esta le aporta cierta armonía y le hace creíble). Se quedó en unas muecas repetitivas de vergüenza. De picardía sensual que caricaturiza lo complicado que fue para el verdadero Einar Mogens Wegener afrontar las cinco operaciones que dieron fin a su vida Se entiende que es una adaptación, inspirada en un libro, basado en las memorias del personaje recopiladas en el texto Man into woman de 1933. Pero que maravilloso hubiese sido, si en vez de explorar someramente sus deseos, se hubiese internado en la mente del sujeto. En lo que escribió desde el corazón. En lo difícil que era ver esa mujer retratada majestuosamente por un artista y no poder sentirse así. En lo difícil que debe ser salir a la calle y ser confundido con una lesbiana con poca gracia. Que su dolor no se quedara reducido a una golpiza por unos bellacos de poca monta que parece fue articulado a último minuto. Como para decir: "Que vaina lo que deben de sufrir quienes son diferentes".
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