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Contrario a la idea caprichosa que aún defiende cierto sector del desprestigiado pensamiento post-moderno, existe una REALIDAD y dicha REALIDAD es independiente de la “re-significación linguística”, los mitos fumados de las culturas ancestrales pre-colombinas o la actitud del intelectual que se niega a tener certezas absolutas y al que nada le sorprende porque bajo su concepción desarraigada, la ciencia y sus más importantes antecendentes: el judeo-cristianismo y los aportes de las mentes de los primeros califatos, son discursos efímeros, aislados y posibles solo en una “subjetividad enajenada” impuesta por “Occidente” y el patriarcado. El colmo de esta perspectiva lo encontramos en la Estética, una disciplina que ha sido maltratada por las especulaciones de los hijos no reconocidos de Peirce y Saussure, los estudios de género o el materialismo histórico; cada uno ha forzado a su manera la investigación sobre el arte y su experiencia como la búsqueda de una serie de códigos y sub-textos, la reconstrucción de un historial de agravios contra la mujer ó la manida afirmación que reduce nuestra existencia como especie a una eterna lucha de clases. Así, según muchos “estetas” cegados por el humanismo, tendríamos unos ojos para ver el mundo y otros para ver el arte, configurados por algún sistema (de signos, perversamente machirulo ó capitalista) y esa seria la mejor explicación de porqué algunos logramos deconstruir una narrativa masculinizada de las elites en una pintura, una canción o una película y otros, posiblemente el proletariado, no.
En la superación de tales imposturas, tan peligrosas como dogmáticas, es un placer encontrarse con libros elementales y certeros como “MAKING SPACE” ó de “Cómo el cerebro sabe dónde están las cosas”. La obra firmada por la profesora Jennifer M. Groh es la columna vertebral de los cursos de Neurociencias y Neurobiología en Duke University; en algo más de doscientas páginas acompañadas con sencillas ilustraciones, Groh presenta sin rodeos enigmáticos, apoyada en la química, la física y la medicina, la manera como nuestro cerebro diseña un sentido de ubicación espacial que considera una variedad de fuentes sensoriales y motoras, y cómo dicho sentido espacial es clave en la modelación de nuestras capacidades cognitivas, permitiéndonos descubrir los detalles más simples sobre esa REALIDAD que nos rodea, capacidad que afecta, de paso, la manera en la que pensamos y recordamos.
“MAKING SPACE” incluye, entre otras, una explicación sobre la forma cómo nuestros ojos detectan la luz y deducen la localización y origen de la misma, un problema que ya científicos - ó los primeros y más rigurosos filósofos - como Demócrito, Alhazen o Kepler, que no Derrida, dedujeron. En una segunda parte la autora se interesa por las conexiones entre la visión y los sentidos del cuerpo (posición y tacto) y cómo es que nuestros cerebros detectan la configuración del mismo, un proceder que no es necesariamente líquido, y en el que se debe analizar el papel de las neuronas y la incidencia tanto del potencial de reposo como el de acción que transcurre en la membrana celular.
Explicada la relación entre cuerpo y señales neuronales, se procede a ofrecerle al lector un capítulo dedicado a la comprensión de la utilización de la posición espacial de las neuronas por parte del cerebro para organizar la información proveniente de los diversos estímulos del mundo exterior, respondiendo a cuestiones del tipo: identificación de dónde termina un objeto y dónde comienza otro, qué es el campo receptivo y cómo algunas neuronas se muestran mas sensibles a los bordes y los límites de ciertos objetos que otras. La organización cerebral de las sensaciones sigue el esquema de un mapa, insiste Groh, y ocurre tanto en la corteza visual como en la discutida “corteza somato-sensorial” (cuerpo dentro del cerebro). La disposición de dichos mapas es la responsable de las famosas sensaciones "fantasma" (muy frecuentes en personas con amputaciones) y el complejo trastorno de identidad de la integridad corporal.
Uno de los apartados más llamativos es el títulado: “Sherlock Ears”, allí se pretende dar solución al rompecabezas de la organización del sonido, y es que nuestro cerebro en ese proceso, como un hábil sabueso, reúne varios tipos de pistas, incluyendo sutiles diferencias en el tiempo, la intensidad, el contenido de frecuencia y hasta el movimiento de la cabeza. Nuestros oídos no forman imágenes de sonidos y nuestros cerebros tampoco diseñan mapas para codificar su ubicación, dice.
En la disertación también se abordan temas como los marcos de referencia y de navegación, esto es, los distintos entornos empleados por el cerebro para la organización de la información visual, auditiva y somato-sensorial y la misión fundamental que dicho órgano cumple en la transformación de todo tipo señales en nuevos marcos de referencia que faciliten la interacción entre estos sistemas sensoriales. Saber dónde estamos y cómo navegamos de un lugar a otro depende en parte del sistema vestibular, que es nuestro sentido del equilibrio, pero dicho sistema trabaja en conjunto con la visión y los sistemas motores para actualizar permanentemente nuestro sentido de posición y evitar que nos perdamos, anota Groh.
En la parte final de “MAKING SPACE” se pretenden enlazar los distintos tipos de cognición con el sentido del espacio, como ocurre por ejemplo con la relación entre el espacio y la memoria, ya que al reflejarse esta en múltiples mecanismos neuronales ocupa múltiples regiones cerebrales, que al entrar en relación con las funciones espaciales terminan superponiéndose. Groh presenta una serie de teorías y experimentos que sugieren que el cerebro también usa estructuras sensoriales y motoras para pensar y razonar. involucrando un conjunto amplio de funciones mentales, que son moldeadas por los múltiples propósitos de la compleja infraestructura neuronal.
Una fundamentación como la que ofrece este libro es obligatoria para todo aquel que pretende adentrarse en la disímil explicación de la belleza y la experiencia estética, como para aquel que simplemente quiera dar respuesta al interrogante que sirve de subtitulo del volumen; a fin de cuentas un buen artista busca principalmente provocar a nuestros sentidos empleando tecnología de diversa índole que a fuerza tiene que vérselas primero con nuestra experiencia REAL del mundo y después con nuestro marco conceptual, partido político y bagaje erudito. Dado que existe una REALIDAD fisiológica que a lo largo de nuestro paso por la tierra ha permitido que desarrollemos algo como la Cultura, es absurdo pasar por alto que dicha base permanezca intacta, como afirmar que ha cambiado radicalmente desde que bajamos de los arboles solo porque empezamos a hablar, leer ó escribir, la pregunta más bien es porqué nosotros sí y una ameba no. Esa cultura tampoco se limita a la transformación de la naturaleza, ni a las relaciones económicas, debe mucho a la idea de un Dios, al consumo de carne animal y no humana, al humor, a la optimización de roles acorde al sexo y diseño anatómico de hombres y mujeres, entre otras. Esforzarse por comprender todo lo anterior te permitirá valorar en sus justas proporciones la opinión de muchos críticos pretensiosos que van al cine a ver historias o que buscan códigos ocultos en una escultura, como además, esquivar la estafa de cualquier especialista en Neuro-marketing que te encuentres por la calle.
Making Space: How the Brain Knows Where Things Are / Jennifer M. Groh / Harvard University Press / 2014/ Pasta Dura / 256 pp. / ***1/2
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