95 MIN. / FRANCIA-BÉLGICA-REINO UNIDO / IMAX / TERROR CONTEMPORÁNEO -MUSICAL / ★ ★ ★ ★ /+18
Por Herbert Neutra
herbertneutra@icloud.com
Desde el pasado fin de semana y en el marco del cierre de la edición número 16 del Festival de Cine de Morelia, la cartelera de cines de la Ciudad de México se inundó con interesantes títulos que seguramente ocuparán un lugar privilegiado dentro de lo mejor y más destacado del séptimo arte en este 2018, y que figurarán en los tops de visionado en streaming obligado, con los que nos empezó cautivando (pero terminó mareando) el periodismo milenial.
Por mencionar algunos pasajes cumbres del evento, destacamos el escenario crepuscular característico del western capturado emotivamente en clave docu-drama de “The Rider” (Chloé Zhao), el psicodélico e infernal viaje de venganza con devaneos zerkalianos disponible en el horror vintage de “Mandy” (Panos Cosmatos) o la vitalidad de la cultura mexicana filtrada por la sensibilidad criminosa de la muy recomendable “Museo” (Alonso Ruíz Palacios), valga decir con grandes ecos del gran Jules Dassin en filmes como “Topkapi” (1964) y “Rififi” (1955). Tales filmes son apenas detalles de una cuidada muestra itinerante, en la que el último trabajo de Gaspar Noé se robó el aliento de un público chilango que respondió masivamente a las pocas funciones programadas para esta cinta en particular.
Paris, invierno de 1996, sucesos basados en hechos reales: un grupo de jóvenes se interna en el edificio de su escuela de danza a las afueras de la ciudad para ensayar, y pronto la tarea se convierte en reventón; sin embargo, en medio de la celebración, la tropa descubre que la sangría que hidrata el evento ha sido cargada con potente LSD.
“Climax” supone para el realizador franco-argentino la culminación estilística de una búsqueda como autor en la que se explora de una manera desgarradora y realista una amplia gama tanto de temas, de técnicas de producción y edición, de tabúes, de sonoridades, como de cuestiones filosóficas conectadas con el existencialismo. La mirada de Noé empieza en la espiral de una galaxia, pasa por las curvas de las pestañas de la persona amada, y luego se pierde en el pozo sin fondo del recto de algún depravado parisino que exige en un club nocturno que por favor le follen con el puño.
En una corta pero provocadora filmografía en la que destacan un debut frontal, crudo y desposeído (“Seul contre Tous”, 1998), una frenética aunque venida a menos “Irreversible” (2002) y la hiperactiva, arriesgada y por momentos difícil “Enter The Void” (2009), Climax se convierte en el balance perfecto, un trabajo mucho más mesurado (aunque no menos osado) y de paso, hasta ahora, en su mejor película.
En este largometraje el espectador podrá experimentar de primera mano -con la ansiedad de aquel adicto al ácido al que engañaron con anfetaminas- toda la belleza, la repulsión y el delirium que Gaspar concatena (cámara al hombro o controlando el drone) en una serie de coreografías sensuales, milimétricas, epilépticas e impactantes. También verá la manera en que se despliega el conjunto de situaciones y diálogos a cual más violento-truculento, disfrutará la banda sonora incontestable e incendiaria en onda club (Gary Numan re-imaginando a Erik Satie, Aphex Twin, Soft Cell, Dopplereffekt, Giorgo Moroder, Thomas Bangalter, etc.) e igualmente reparará en la notable disfuncionalidad político-social francesa de hoy. El arte de Noé persiste en nuestra inexorable mortalidad y en presentarnos la pintura completa de esa tumba que con nuestros malos actos estamos cavamos día a día, y a la que insistimos en seguir llamando vida.
Desde los primeros minutos, Gaspar Noé se permite juegos hasta con los créditos de la película: siempre desconcierta, sorprende y confunde a partes iguales (aquí vienen sus habituales y epilépticos carteles y fuentes tipográficas); luego, a manera de introducción, se nos muestra a los tripulantes del viaje en una video que pasa en un televisor de baja definición: el plano ahora es modesto y poco complicado, impregnado de ese naturalismo aterrador, previo al desastre, del primer Haneke.
En la composición aparecen un montón de libros y cintas de VHS apelmazadas que nos revelan casi de todo sobre la inspiración y los héroes cinematográficos y literarios del director: allí están la “Historia del Ojo” de Bataille y también “La metamorfosis” de Kafka, “Possession" , “Querelle”, la mejor “Suspiria”, “Saló”, “Un Perro andaluz” y algunos tratados y estudios críticos de Fritz Lang y F.W. Murnau. Quien presuma del conocimiento de alguno de estos trabajos con anterioridad, posiblemente se quede a bailar con Noé haciendo las veces de DJ. En cambio, aquellos que busquen imágenes explícitas superiores a la decepcionante “Love” para jalársela en el baño del cine, se llevarán una gran decepción y posiblemente dirán que “Climax” es un remake de “Fame” a cargo del Marqués de Sade; quienes no estén en ninguno de estos dos grupos, disfrutarán, se espantarán y se tambalearán como drogados, extraviados y posesos, como ocurre en toda primera vez… a todos sin excepción, pasada la hora y media, la vista, la consciencia y el ánima les quedará ardiendo.
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