
GOTTFRIED HELWEIN / “EPIPHANY I: ADORATION OF THE MAGI” / ÓLEO Y ACRÍLICO SOBRE LIENZO, 210 x 33 cms. / 1996 🇦🇹
Por Herbert Neutra
herbertneutra@icloud.com
"Wirkliche Kunst hat die Macht, beim Betrachter
oder Zuhörer Bereiche zu öffnen, von denen er
bis dahin gar nicht wusste, dass es sie gibt.” *
En las pequeñas fronteras de mi mundo y de mi trabajo diurno, que por fortuna no se equiparan a los límites de mi mente y mis ganas de aprender, he conocido a gente de distintos tipos, razas, estrato social, países y raigambres. Algunas de estas personas son de origen germánico y creo fervientemente que, conforme más las conozco y me dejo llevar por mis naturales e instintivos prejuicios, más logro ubicarlas en dos grupos bien diferenciados: en uno están los welfareros que rechazan el poder limpiador del jabón, que se cansaron de vivir del seguro de desempleo en su país y que vinieron a Latinoamérica a impresionar con su pasaporte y un curriculum rebuscado, un perfil que les facilita, sin duda, drogarse gratis, conseguir espos@s y difundir una actitud eco-fascista, que se resiente hasta porque cocinas un pedazo de carne en su presencia, aún cuando se dice incluyente y respetuosa con todas las formas de obrar y pensar, especialmente con las de las minorías.
En el otro grupo están individuos adinerados, en su mayoría retirados, que simpatizaron con las peligrosas causas ideológicas durante la primera mitad del siglo XX, que hablan con orgullo de los Nibelungos mientras te ofrecen cerveza y embutidos impresionantes y que con la misma disposición se dejan compartir lo último de Wolfgang Voigt. Conocí a “Marlene” en un ostentoso sector de Ciudad de México, al que me dirigía para visitar su galería y a pedirle asesoría ejecutiva; cuando me solicitó que la ayudara sosteniendo sus pertenencias, mientras descendía atareada de un Mercedes Benz Clase C plateado, dos de los objetos que me pasó me llamaron mucho la atención: un desgastado vinilo de la Marschmusik editado en su momento por el Tercer Reich y un brillante catálogo del Denver Art Museum conmemorativo de una exposición dedicada al austríaco-irlandés Gottfired Helwein. “Ten mucho cuidado, estoy haciéndome a mi colección particular de pornografía”, comentó en plan jocoso y con un inglés muy acentuado, tal cual como nos han enseñado las películas de Hollywood.
Me enfoque en el libro dedicado a Helwein ya que sobre la música del oscuro LP aún me sigo documentando. Tenía como muchos, escasas referencias sobre el artista, nada mas allá de los trabajos diseñando las portada de discos de Rammstein (“Sehnsucht”, 1997) y Scorpions (Blackout, 1982) y de sus colaboraciones con el otrora escandaloso Brian Hugh Warner (el famosísimo Marilyn Manson) y en dicho sentido el catálogo me ofrecía una gran puerta de entrada.
Gottfried Helwein (1948) es un pintor y fotógrafo de la postguerra que ha logrado como pocos, capturar el espíritu de una época y una historia que la mayoría de los talentos de su generación y una crítica amamantada por el marxismo se ha negado a aceptar, a entender y que opta por evadir.
La polémica y la provocación son la base de su creación artística, pero Gottfried no es un otro incendiario al uso, como muchos hijos de la mediocridad post-moderna; con sus piezas ha consolidado una posición estética y política, en la que muestra todo lo que nadie quiere ver con gran calidad y sin trivializarlo e intentar denunciarlo. Sus temas no se enganchan con “aquello contra lo que esta de moda protestar” y en su arte figurativo se capturan y materializan algunos tabúes que a muchos espantan o que les cuesta explicar.
En sus trabajos se recupera la belleza, el esplendor y el sentido de un tiempo en el que el proyecto emancipatorio y supremacista de una nación parecía inevitable, aunque también se encuentran híbridos con iconos de la cultura popular actual y con escenas violentas, bizarras o sacras, siempre con un característico y desafiante hiperrealismo. Lo de Helwein empezó desde sus días como estudiante de la Akademie der Bildenden Künste en Vienna, cuando inconforme con el método de enseñanza, decide pintar un frío y objetivo retrato del Führer, después de cortarse las manos; desde entonces ha venido incorporando avances tecnológicos y otras practicas en un estilo en el que debe mucho al manierismo y otro tanto a Warhol y a Beuys.
Dentro de las paginas del catálogo de Marlene estaba: “Epiphany I”, una recreación en poderoso claroscuro de la famosa adoración de los magos (Nuevo Testamento, Mateo: 2-12). La pintura hace parte de una serie de tres obras de corte similar. En esta, aparece, bañada por un rayo de luz en el centro, una hermosa y orgullosa mujer aria -posiblemente beneficiaria del programa Lebensborn- presentando el fruto de su vientre a un grupo de oficiales de la SS, dos de ellos observan al niño, un tercero, ubicado a la derecha, lo hace de forma muy cuidadosa; otro, cumpliendo la diligencia burocrática, sostiene un documento y mira a “La Madonna”. El bebé posa y dirige la mirada al frente.
La imagen fácilmente podría pasar como un registro fotográfico de una situación recurrente durante el dominio y expansión nacionalsocialista en el centro y norte europeo (circa. 1937), zona geográfica en la que el programa eugenésico nazi esperaba fomentar y subsidiar la reproducción de sus genes. Gottfried Helwein entrega una monumental y perturbadoramente bella reproducción del milagro de la maternidad, que por momentos desconecta al espectador del contexto y que adicionalmente supera con creces cualquier intento de reproducción mecánica del suceso.
*”El arte verdadero tiene el poder de abrir zonas del espectador o el oyente, de las cuales desconocía su existencia."
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