Por David M. Houghton y Leonardo Mora
“La obsesión del voyeur inmóvil en que
Jeff (James Stewart) se ha convertido, no es tanto la de mirar
Jeff (James Stewart) se ha convertido, no es tanto la de mirar
como la de encontrar alguna ligazón lógica entre todo lo mirado,
alguna historia, por atroz que fuere,
que le otorgara congruencia a
la totalidad o a alguna de sus partes.”
Manuel Delgado, El Animal Público.
En un momento dado de la película Rear Window, el personaje encarnado por la estupenda Thelma Ritter le increpa a James Stewart: “Nos hemos convertido en una raza de fisgones”. Esta aparente admonición maternal sintetiza la idea fundamental que se desarrolla en este filme de 1954. Postrado en una silla de ruedas a causa de un accidente, el fotógrafo L.B Jeffries sucumbe a la tentación de espiar la cotidianidad del vecindario que comparece ante su ventana indiscreta. Ansioso por desentrañar alguna ligazón entre los hechos que observa, termina involucrado en un sórdido crimen pasional.
No obstante, y descontando la maestría que siempre caracterizó al director inglés para narrar situaciones criminales, lo que resulta relevante dentro de la película, más que el desenlace final de los hechos, es la actitud del fotógrafo frente a la vida privada de sus vecinos, erigiéndose en todo un símbolo de una característica fundamental de la sociedad moderna: la incursión morbosa e inescrupulosa en la privacidad del otro. Carente de un proyecto de vida sólido o de objetivos concretos frente a la existencia, el grueso de la población, en un afán de esquivar la responsabilidad consigo mismo, se vuelca hacía las ocupaciones ajenas para censurar, prejuzgar y cuestionar todo aquello que no se adapta a sus preceptos morales. Y quizás en esa ausencia de desarrollo del intelecto radican odiosas falencias como la intolerancia y el no respeto a la diferencia. Aristóteles escribe en su Gran ética que “la contemplación directa de sí mismo es imposible, lo cual se demuestra por la censura con que recriminamos a los demás por muchas cosas que nosotros mismos hacemos inconscientemente”.
Pero, por otra parte, es precisamente la obsesión por adentrarnos y examinar las visiones de mundo de los otros y las circunstancias que los definen, lo que en últimas ha determinado que la cinematografía represente una manifestación artística tan importante de la cultura contemporánea. Ese afán casi intrínseco por penetrar en lo que observamos ha definido la actitud del hombre detrás de la cámara, registrando y estetizando la realidad. En Rear Window esta actitud resulta ser un correlato formal que caracteriza el filme: desde el comienzo se nos cuenta la historia a través del lente, prescindiendo incluso de recursos verbales, descargando la responsabilidad de la narración casi exclusivamente en la imagen en movimiento, y tributando así el legado de precursores como Chaplin y Fritz Lang, quienes ya habían planteado que lo fundamental en el arte cinematográfico es y seguirá siendo mostrar antes que narrar, "Hitchcock no participa en la vida, la mira...", nos diría Truffaut con la seguridad de estar destacando, en esta simple frase, una de las mayores virtudes artísticas de este director.
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