Por Leonardo Mora II
Un filme extraño, con una atmósfera capaz de oscilar entre cuento infantil y thriller, con altas dosis de cinismo, ironía y de crítica a los valores tradicionales como la insulsa beatería, es el único que dirige el actor norteamericano y de origen inglés Charles Laughton, basado en la novela homónima de David Grubb, publicada en 1953.
Esta gran película que en su época no fue comprendida ni valorada, que tuvo escasa taquilla, pero que finalmente el tiempo convirtió en un demoledor clásico del cine, en una obra de amplia factura artística, tiene como protagonista a Harry Powell (interpretado por el carismático Robert Mitchum), un predicador salvaje y sin escrúpulos, desequilibrado mentalmente pero de aguzado poder de sugestión. Unos de sus más evidentes y sórdidos rasgos sicológicos de este hombre de Dios es el hecho de establecer una única relación con el Creador, en la cual actos social, moral y legalmente condenables para los demás, son aceptables en su caso. Una de las líneas del filme así lo señala:
“-¿Qué religión profesas, predicador?
-La religión que hemos decidido entre el todopoderoso y yo”.
De inteligencia mortal y egoísmo irreversible, el predicador se convierte en una especie de juez supremo que señala abierta y descaradamente la violencia del Dios bíblico –especialmente el de las escrituras hebreas, el llamado antiguo Testamento-, su aparente silencio ante la maldad del mundo, y por ello mismo se siente avalado para delinquir y matar tranquilamente con tal de lograr sus viles objetivos, pasando sobre la buena fe de los demás. Equipara su accionar al poder divino: radical, cólerico, imperativo. Sus principales armas: el respeto y la devoción que suscita en la gran mayoría de las personas la divinidad y sus representantes en la tierra, y un hipócrita comportamiento intachable, que alega por la represión de cualquier instinto o deseo carnal por parte del prójimo y por vivir en armonía con los designios del Señor.
De otro lado, es la infancia extraída de su ingenuidad original el otro eje que cruza la historia de The Night of the Hunter; el espectador colige la manera en que los niños crecen de la mano de la abyección de los adultos y son golpeados paulatinamente por una realidad sucia y cruel, a la cual deben sobreponerse si quieren mantenerse íntegros. En suma, asistimos al forjamiento temprano de un carácter en constante lucha contra un medio hostil que se aprovecha de las debilidades emocionales de los más vulnerables. En este filme, dos pequeños niños son el obstáculo del cruel reverendo, los cuales deben huir para salvar sus vidas.
En materia de escenarios, locaciones y fotografía, es palpable la influencia de corrientes como el expresionismo alemán y el cine negro; en varias ocasiones The Night of the Hunter manifiesta una belleza visual que posee ciertos matices oníricos, de misterio y de irrealidad: las sombras surgen acechantes, las estrellas refulgen espléndidamente, los ángulos de cámara son bizarros, el crimen transcurre de forma casi que ritual, los cadáveres se muestran sugestivos y espectrales, los raros paisajes son extraídos de cuentos de hadas, la música transporta y envuelve como hecha por las deidades del bosque. Quizás la secuencia más lograda poéticamente visualmente hablando sea la de los preliminares al asesinato de Willa Harper (interpretado por Shelley Winters) por el reverendo, su reciente esposo.
Esta película iconoclasta de Charles Laughton, de quien se ha escrito que poseía una tenacidad admirable para el ejercicio actoral, dado que lo consideraba digno de ocupar un lugar similar al de las más grandes manifestaciones literarias, pictóricas y musicales, perdurará por mucho tiempo en la retina del espectador inclinado por los personajes desordenados mental y moralmente y la imposición de su carácter en medio de un plácido escenario de tranquilidad como el sureño. En varias ocasiones el arte ha constatado la manera en que la violencia es especialmente descarnada en el sur norteamericano; quizás el caso más popular, la novela A sangre fría, del polémico Truman Capote.
Comentarios
Publicar un comentario