Por Leonardo Mora
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La ganadora del Óscar Laura Poitras presentó en 2016 Risk, un documental acerca de Julian Assange, el famoso activista informático de origen australiano conocido por fundar WikiLeaks, la organización mediática internacional sin ánimo de lucro que publica a través de su sitio web documentos filtrados con contenido sensible en materia de interés público, preservando el anonimato de sus fuentes. Además de las tensiones políticas internacionales desatadas por Assange y WikiLeaks, las retaliaciones de los organismos de inteligencia y aparatos gubernamentales, las persecuciones a los grupos de hackers alrededor del mundo o la reclusión del activista en la embajada ecuatoriana en Londres, este documental cobra una especial validez por la perspectiva intimista, a modo de diario de vida, que nos permite tener una mirada más ecuménica y humana de Assange y su entorno, conformado por colegas de causa como Jacob Appelbaum, sus allegados y familia, su novia y gran colaboradora Sarah Harrison, entre otras personas.
El filme deja entrever no sólo al Assange más positivo y difundido en los medios de comunicación, aquel de firmes convicciones que ayudan al desenmascaramiento político, el de las críticas inteligentes hacia el uso de la internet o la pérdida de privacidad por obra del espionaje informático, sino a un lado suyo más oscuro: un Assange que trasluce un carácter soberbio, problemático, a menudo subestima a los demás, raya en delirios de grandeza, manifiesta ciertas opiniones polémicas contra ciertos grupos de feministas radicales y se enfrenta a ciertas acusaciones legales relacionadas con presuntos abusos sexuales. En uno de los breves y sentidos monólogos que Poitras que ofrece en Risk con respecto a la ambivalencia que le genera la cercanía a Assange, ella confiesa:
“A veces no puedo creer lo que Julian me permite filmar. Ego, sí, pero también valentía. Está manejando su imagen, pero también es vulnerable. No comprendo por qué confía en mí, porque no creo agradarle”.
Se sabe que Poitras y Assange tuvieron sendas diferencias a partir del producto audiovisual final, el cual demoró cerca de cinco años para realizarse: el activista temió por su reputación y la respetabilidad de WikiLeaks, se manifestó en desacuerdo con la perspectiva y algunos pasajes que se insertaron, pero Poitras no cejó en mantener un sentido de honestidad a pesar de sus evidentes conflictos de conciencia, de las críticas y los rechazos desatados también por los adeptos del australiano, y finalmente dio a conocer Risk al público, el cual se estrenó el 19 de mayo de 2016 en Cannes, y el 5 de mayo de 2017 en Estados Unidos. Para las impresionantes y acertadas atmósferas sonoras que acentúan la tensión del filme y solemnizan las imágenes, se contó con el aporte de Jeremy Flower.
Independientemente de la posición personal que se adquiera o se renueve con respecto a Assange al ver el documental, su calidad y sutileza nos permite no sólo comprender mejor su personalidad y su trabajo, sino que invita a reflexionar y a interpelarnos acerca del carácter de los individuos que organizan y promueven causas sociales, dinámicas que a menudo se conciben de manera muy abstracta y lejana de la más pura y real constatación de los hechos. Siempre será pertinente preguntarnos por el origen de nuestro ímpetu y voluntad al momento de erigir pedestales y caudillismos que crecen conforme se ensancha la distancia histórica, o al contrario, al inventar enemigos de dudosa justificación, desatar condenas facilistas o alimentar prejuicios que enceguecen y alinderan de manera peligrosamente emotiva. Risk se constituye en una apuesta por afinar elementos como el sentido crítico tanto política como individualmente, pero sobre todo, para poner límites, o por lo menos bajo sospecha toda idealización con respecto a proyectos que buscan algún modo de justicia social y el liderazgo central que requieren, aunque no sea fácil aceptarlo. Cierto pensador norteamericano señalaba que la condición humana, a pesar de negarlo y combatirlo, nunca ha dejado de poseer un talante temiblemente religioso, porque su alimento favorito sin saberlo es el dogma y la necesidad de amos perfectos a quien seguir. La corrección política bien puede ser sinónima de la santidad: de alguna manera, el respeto y la devoción hacia una imagen como la del Che Guevara o Mao Tse Tung tienen más en común con las que se profesan a Jesucristo de lo que pudiera pensarse.
Nadie es perfecto, pero entre la masa que avista indolente la degradación de la vida social, que ha perdido un genuino sentido de humanidad y lo ha cambiado por una pueril necesidad de aprobación por los medios más ramplones y equivocados, existen personas distintas, unas pocas que tratan de ayudar a los demás a costa de perjuicios, tiempo y energía propias, impulsan proyectos de talante comunitario y organizado, luchan contra fantasmas personales, intentan mejorarse a sí mismos todos los días, y ello es lo verdaderamente importante. Julian Assange es un hombre que se juega incluso la vida –aunque él mismo no guste de los mártires- en el derrotero que se ha trazado, que es aportar con su equipo al desmantelamiento del poder opresivo por parte de incontables instituciones, gobiernos, organizaciones y figuras de la vida pública, lo cual es bastante loable en una época salvajemente individualista, en la que cada cual vela por sus intereses y su sobrevivencia. Como su nombre lo indica, Risk es un trabajo arriesgado, de alta calidad, generado por la mirada inteligente, sensible y comprometida de Laura Poitras, otra perseguida del sistema, el cual logra con creces acercarse de manera sincera a ciertos pasajes del trabajo y la vida de un hombre clave para la álgida política de nuestros tiempos (se comulgue o no con su proceder o su altanera personalidad) pero que vale la pena conocer más a fondo.
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