Por Leonardo Mora
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Este filme colombiano de 1991 dirigido por Jaime Osorio es una de las grandes y solitarias joyas de la historia cinematográfica de este país, el cual vale definitivamente la pena volver a observar y revisar: su alto valor artístico, de plena vigencia actual, es una lección invaluable para la nueva legión de realizadores que generalmente sólo trastabillan y decepcionan con obras tristes y obtusas que, si hoy quizás son celebradas por el público más incauto y superficial, indefectiblemente serán olvidadas a la vuelta de la esquina, y nunca alcanzarán el rango suficiente que sea capaz de inscribirlas en la historia de la cinematografía.
Confesión a Laura es una bella historia personal e íntima de tres personajes de cierta clase aburguesada de la vida bogotana de mediados del siglo XX, en plena coyuntura de la violencia política y social desatada por el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. Este trozo de la vapuleada historia colombiana, pletórica de malas decisiones, de inconsistencias políticas y de avalanchas de sangre inocente, afortunadamente enmarca la trama pero no la suplanta: hay un talentoso equilibrio entre las secuelas del magnicidio en la ciudad –toque de queda, asesinatos colectivos, violentos saqueos, desorden social- y los encuentros íntimos de los personajes: un desgastado matrimonio mayor y una vecina, triada acartonada y rigurosa de las formas sociales propias de su época y su clase social, que asustada y nerviosa por la hecatombe de las calles, opta por encerrarse intimidada a escuchar los punzantes bombardeos noticiosos de la radio y a esperar sin intervenir el retorno de la calma social.
Y es precisamente en la espera de esa calma donde el filme, a través de una planificación visual de encuadres y movimientos sobrios y elegantes (perfecta para retratar la belleza vintage de los espacios, dos pequeños apartamentos y su mobiliario de la época, y los personajes, de impecables maneras y trajeados formalmente) nos va revelando el carácter personal de Laura –profesora de cierta edad, soltera- y de la convencional y aburrida pareja de esposos formada por Santiago y Josefina. El correcto esposo y la cordial profesora, quien vive en el apartamento de enfrente, debido a las circunstancias, se ven sujetos a compartir un mismo espacio por largas horas. Lo que inicialmente era un encuentro fortuito entre conocidos, con la distancia que fomenta una adultez avanzada y seria, el desconocimiento mutuo, pero sobre todo un alto sentido de las buenas maneras, el orgullo y la educación inculcada, se va convirtiendo, gracias al insospechado y subestimado ritual de la convivencia cotidiana (delimitada sutil y profundamente tanto en pequeños y divertidos sucesos como en pasajes dramáticos, un todo de honda humanidad) en una suerte de confesionario pasional en el que los anhelos y los fantasmas personales de ambos personajes se van compartiendo, reflexionando y convergiendo, hasta que ese autoconocimiento progresivo logra acercar a la nueva pareja y hacer florecer en ellos un bello y delicado sentimiento amoroso. En suma, Confesión a Laura es un sincero y encantador manifiesto del enamoramiento. Cuando la muerte ronda alrededor, la sinceridad desea aflorar del cuerpo y viajar hasta el otro (1).
Examinando algunos blogs con el fin de leer algunas críticas y comentarios acerca de Confesión a Laura, encontramos un desafortunado texto (2) en el que se afirma precipitadamente que este filme se trata de un plagio de la película de Ettore Scola “Una giornata particolare” (1977). Aunque tal texto en cierta medida se anula a sí mismo por su mal estilo y discutible argumentación, logró sembrar la semilla de la duda. Luego de observar el filme de Scola -protagonizado por Marcelo Mastroiani y Sofía Loren- para hacer la correspondiente comparación, encontramos que la película colombiana representa un homenaje al filme italiano y reinterpreta ciertas sugerencias de éste, pero es una obra autónoma y distinta. No es un pastiche malintencionado de la película original como lo quiere hacer ver el autor. Acertadamente Pedro Adrián Zuluaga señala en los comentarios de aquel texto, que su perspectiva resulta ser “una visión muy simple de los procesos de adaptación, traducción, copia, homenaje y apropiación que son moneda corriente en el arte” .
Si bien se encuentran rasgos similares en materia argumental –una coyuntura política inicial mostrada a través de imágenes de archivo, la historia central de dos desconocidos en un apartamento que paulatinamente logran un acercamiento íntimo, el constante bombardeo radial informando sobre el acontecer político- puede notarse que son fundamentalmente circunstanciales, externos. El carácter de los protagonistas de ambos filmes es distinto, incomparable, quizás a excepción de cierto vacío personal casi que presente en todo ser humano, por los errores y las omisiones cometidas en la vida. La pareja del filme italiano no se corresponde sentimentalmente a pesar de la cercanía íntima lograda, en contraposición a la historia narrada en Confesión a Laura. Nos atrevemos a afirmar que inclusive el acercamiento y la filiación personal de la pareja del filme colombiano se da en términos más naturales, más dosificados, menos precipitados, lo cual le imprime una veracidad única y bien lograda en el que no se entrevé ningún forzamiento, que sí se trasluce de alguna manera, a nuestro juicio, en el filme de Scola.
Otro aspecto que creemos prueba la inexistencia de burda imitación, es que encontramos en Confesión a Laura ciertos aspectos identificables -de una clase social, de una cosmovisión determinada- con cierta colombianidad intransferible y patente en los diálogos, las maneras y los caracteres de sus personajes. Imposible diseñar tal elemento sin un talento valorativo cultural evidente en la construcción del argumento y su puesta en escena, que de ninguna forma se revela en el filme italiano. Tal exposición de elementos colombianos es uno de los puntos más fuertes de Confesión a Laura: sólo que el tratamiento personal de la otoñal relación entre los protagonistas, es el aspecto que le imprime un talante universal. Valga señalar que el guión de esta película, escrito por Alexandra Cardona Restrepo, fue seleccionado para participar en el taller del Sundance Institute en 1990.
Compartimos la opinión de Jaime Manrique cuando plantea que “pocas veces el cine colombiano ha logrado conjugar los elementos de una verdadera obra cinematográfica, en el sentido más amplio de la expresión y con todos los matices artísticos que esta puede contener” (3). Por ello, reiteramos, vale la pena revisar la obra de Jaime Osorio, encontrarse con su vigencia y disfrutar de la bella puesta en escena, sustentada por las atinadas actuaciones de Vicky Hernández, Gustavo Londoño y María Cristina Galvéz.
(1) Una interesante reflexión sobre la pulsión del peligro de muerte como generador de sentimiento y revelador de intimidades se encuentra en el texto "Detrás de las ventanas":
(2) "Una confesión particular: el juicio a Confesión a Laura por Una giornata particolare". Se encuentra en http://panycines.blogspot.com.ar/2011/07/una-confesion-particular-el-juicio.html
(3) "Confesión a Laura": http://www.revistaarcadia.com/impresa/especial-arcadia-100/articulo/confesion-laura-jaime-osorio/35095
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