Por Leonardo Mora
sanagustinconfesiones73@gmail.com
Una
faceta menos conocida del conocido y polémico escritor colombiano Fernando
Vallejo es su trabajo como cineasta. El siguiente texto desea hacer un breve
recorrido por los tres largometrajes que componen su obra, los cuales fueron
realizados y dirigidos íntegramente en México (entre los años 1977 y 1984) dada
la imposibilidad y los obstáculos que surgieron en Colombia, tanto en lo que
respecta a su elaboración como a su difusión. Estos problemas, según el propio Vallejo,
afectaron bastante el producto final, muy alejado de lo que se había propuesto
en principio. Los filmes de Vallejo denotan claramente una estrecha relación
con algunos elementos insertos en sus obras literarias, como es el caso de la
violencia, la marginalidad, la vida de las clases sociales menos favorecidas y
la imposibilidad de las instituciones estatales para contrarrestar las enormes
dificultades que atraviesan sus sociedades.
Crónica
roja (1977)
Este
descarnado y violento filme narra la breve carrera delincuencial de un joven de
extracción humilde y la influencia negativa que suscita en su desigual núcleo
familiar (y sobre todo en su hermano menor) anclado en circunstancias
marginales. Este argumento, tal y como señala el título, corresponde
aparentemente a una macabra noticia de diario amarillista, similar a cualquier
otra, como las que a diario se generan y se repiten incansablemente en sectores
marginales de la urbe y en las que apenas se repara en su especificidad. Pero
al apreciar el filme más de cerca, el espectador empieza a medir paulatinamente
el desbarajuste familiar y social que contribuye a la generación de la
violencia, en especial en las capas más jóvenes de la juventud. El director,
con un enfoque que ahorra recursos y opta por un lenguaje crudo y directo, es
atinado en mostrar detalles y eventos que quieren manifestar la manera en que
un tipo de idiosincrasia popular –música, lugares de encuentro, costumbres caseras,
expresiones coloquiales, proceder de la institucionalidad, actitudes y opiniones
de los personajes con respecto a la fuerza pública- se halla íntimamente relacionada
con una idea de violencia constante a un nivel tan íntimo y cotidiano, que
resulta -hasta casi el absurdo- avistar la familiaridad con que puede llegar a
ser asumido.
Cuando no hay un modelo viable e integral
de vida, no hay condiciones propicias de tipo material o intelectual y las
circunstancias demuestran ser lamentables e insuficientes, a menudo se cae en
la trampa de la criminalidad como forma de empoderamiento y manifestación. El
problema es que todo esto representa, tristemente, más que un problema en vías
de resolverse por las instituciones sociales o por la sociedad civil, una
sección más en las páginas de un periódico amarillista, la cual siempre
aparecerá, sin asombro, indolentemente, como la sección económica o de
clasificados, a la cual se da vuelta de hoja para pasar a otra cosa.
En la tormenta (1980)
La más
violenta de las películas de Vallejo se articula a partir del retrato de la
sociedad colombiana durante la cruenta década de los 50’s, la cual fue testigo
de la pugna política entre los dos partidos predominantes de la escena nacional:
liberales y conservadores, los cuales dejaron una alarmante cifra de más de
300.000 víctimas mortales, predominantemente en zona rural colombiana. Este
evento es conocido históricamente como La
Violencia, la cual, sin previa declaración de guerra civil, se caracterizó
por ser extremadamente violento, incluyendo asesinatos, agresiones,
persecuciones, destrucción de la propiedad privada y terrorismo por el
alineamiento político.
Una vez más Vallejo se enfoca en el
desarrollo no tanto de protagonistas específicos como en una mirada más amplia
desde diversos personajes que permiten a través de sus diálogos y encuentros
asistir a la grave crisis desatada por la pertenencia a uno u otro partido, la
cual no obedece propiamente a una comprensión cabal de un programa de gobierno
específico de cara a la regulación social ni a un sustento teórico o ideológico
racional, sino que obedece más a una repetición de consignas prefabricadas sin
razonamiento, radica en aspectos no directamente políticos como las afiliaciones
de familia o de tipo religioso y se nutre de rencillas y rencores personales
que necesitan una válvula de escape. En esta adhesión inconsciente y pasional
se mira al oponente no como un contendiente de escenario político de debate
sino como un enemigo susceptible de aniquilación y se genera un sentimiento de
odio alimentado desde las altas esferas del poder.
La
puesta en escena del filme se desarrolla en un viaje rural por carretera de un
grupo de campesinos y gente del campo. De nuevo el rescate de las idiosincrasias
populares (sus costumbres de vida, su cotidianidad, sus cosmovisiones, su
entorno, sus instituciones) y su ubicación en las circunstancias sociales de la
época son el interés fundamental del realizador, quien no escatima en escenas y
enfrentamientos violentos y sangrientos para mostrar cinematográficamente lo
que fue una mínima parte del caos y la degradación política de la sociedad
colombiana, la cual se remonta a las diversas y constantes guerras civiles del
siglo XIX y se agrava después del asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer
Gaitán en el año de 1948. En este
filme destaca la urgencia de Vallejo por retratar directamente un escenario
rural y unos modos de vida específicamente colombianos de notable exactitud
geográfica, temporal y cultural.
Una de las consecuencias del conflicto
interpartidista en Colombia señalado directamente en el filme En la tormenta fue el recrudecimiento de
la delincuencia y del bandolerismo especialmente en zonas rurales. Aparece cierto
líder histórico de las guerrillas liberales llamado Jacinto Cruz Usma, más conocido
con el alias de "Sangrenegra" el cual, como tantos otros dirigentes
de ambos partidos, no respetaron o se acogieron a las treguas y amnistías sino
que optaron por asumir la figura de bandoleros célebres que protagonizaron
episodios sangrientos en la historia de Colombia hasta ser abatidos
posteriormente por la policía o el ejército. Valga señalar que grupos
insurgentes como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)
provienen de esta etapa histórica y en la actualidad siguen vigentes.
Barrio
de campeones (1984)
El
tercer filme de Vallejo de nuevo se ocupa de retratar la vida de ciertos estratos
populares, pero en esta ocasión a través de la cotidianidad de una numerosa
familia que habita en una humilde vecindad del país mexicano. Valga mencionar
que en este largometraje la delimitación de cierta idiosincrasia de este país
es evidente, a diferencia de lo que sucede en sus dos primeros filmes en donde
hay un interés directo por la vida social colombiana. Recordemos que todos
fueron rodados en México, pero sólo Barrio
de Campeones respeta directamente las convenciones de la vida mexicana.
Una vez más, antes que contar una historia
con argumento claramente encauzado o protagonistas definidos que sobresalgan,
el director opta por recrear encuentros, costumbres y usos de los diversos
miembros de la familia y los círculos en que se mueven, lo cual poco a poco
permite perfilar un universo social compuesto por determinados valores,
creencias, consumos, intereses, problemas y constructos mentales y que ayuda a
caracterizar su nivel de vida y su procedencia.
En medio de una hostil y populosa
vecindad –con toda clase de tipos humanos- o lugares de encuentro popular como
las calles suburbiales, las plazas de mercado y sus restaurantes cercanos, el
filme nos lleva al interior de un hogar típico e identificable con la
cosmogonía latinoamericana: una mujer-matrona latinoamericana que direcciona y
regula la vida de su familia, unos hijos jóvenes que recién apenas se insertan
en un mundo laboral difícil y marginal o que ya llevan a cuestas la carga de
algunas malas decisiones de índole marital, unos nietos traviesos y audaces que
en medio de su quehacer y diversión poco a poco se van enterando de lo que
significa hacer parte de un nivel social difícil y se involucran en las
cuestiones materiales del hogar. En un medio en donde el trabajo duro y
constante es la única forma de sobrevivir cada día y donde hay que ser fuerte y
combativo para no dejarse arrastrar por la pobreza y la violencia, la familia
visualiza sus únicas esperanzas en dos perspectivas con las que se permiten
soñar y pensar en una vida mejor: la compra de un negocio propio, con ahorros
de toda una vida, y la carrera pugilística de uno de los muchachos de la familia,
quien entrena duro para hacerse al sueño de ser campeón mundial. Vallejo
adereza múltiples veces Barrio de
capeones con situaciones y diálogos divertidos (muy propios del mundo
popular mexicano y por ende cercano al resto de Latinoamérica) lo cual permite
la accesibilidad y la bondad del filme; pero en resumidas cuentas el espectador
comprende que son pequeñas islas de refugio frente a la triste situación social
y económica que se está planteando y que difícilmente encontrará la
satisfacción de sus necesidades.
Formalmente encontramos la predilección de
Vallejo por una cámara en mano verista y un sentido visual dinámico, práctico y
de pocos artilugios para narrar la historia. La abundancia de planos generales
frente a los pocos primeros planos y detalles, nos sugiere un interés mayor en
desarrollar el contexto, a la manera de una mirada sociológica, que el de
ahondar en las sicologías de los personajes o en el desarrollo argumental.
En conclusión, vale la pena observar de
nuevo los olvidados filmes de Fernando Vallejo a la luz de los tiempos
actuales, porque revelan su vigencia, su calidad cinematográfica, su interés
por la exposición de la sociedad colombiana y latinoamericana tan ligada a unas
circunstacias histórico-sociales de violencia, esencialmente en lo concerniente
a los modos de vida popular y de clases bajas, y su relación con los argumentos,
los temas y las ideas que se despliegan en su producción literaria. Lejos de
los actuales preciosismos o formalismos cinematográficos que desarrollan
pobremente y sin nervio la cultura y la sociedad de nuestros países latinos,
los filmes de Vallejo destilan efectividad, honestidad, inteligencia y una
mirada sensible; a pesar de las dificultades que encararon en su tiempo y que
afectaron su impronta final, han logrado instalarse en un punto notable de la
cultura cinematográfica latinoamericana.
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