Por William Alexander Medina
androidemurnau@gmail.com
La había tocado antes, al lavarla y vestirla, pero nunca de aquel modo. ¡Qué piel más suave tenia! ¡Qué cálida! Era como si estuviera extrayendo de la oscuridad el calor y la forma de Maud; como si la oscuridad se estuviera haciendo sólida y creciera de prisa entre mis manos.
Fragmento de Fingersmith de Sarah Waters.
La lectura en voz alta posee el encanto inigualable de construir atmósferas, sensaciones, desencanto, lujuria, o simplemente ser un acto de seducción; un propicio tono de voz puede dar vida a las inertes palabras que cuentan una historia y que se ocultan entre en los libros; en algunas ocasiones, llega a ser subyugante al punto de transmitir hondas emociones y despertar esos oscuros deseos acallados en el subconsciente.
El dejar pasear libremente los deseos e instintos por una casa estilo victoriana, es la última propuesta del director surcoreano Park Chan-Wook, titulada The Handmaiden (2016) y estrenada con éxito en diversos festivales. En esta ocasión el director asiático nos lleva por los giros de tuerca de un thriller de suspenso, erotismo y libertad: adapta la exitosa obra de Sarah Waters Fingersmith (2002) y traslada los sucesos de la Inglaterra victoriana a la Surcoreana de los años 30 bajo el dominio japonés. La historia se centra en la consecución de un timo, el engañar a una rica heredera, Lady Hideko, interpretada por la hermosa Kim Min-Hee, quien vive bajo la protección de su tío Kouzuki: un enigmático Cho Jin-Woong da vida a este personaje oscuro con una extensa colección de libros y con un gusto particular por la lectura en voz alta y las ilustraciones. Kim Tae-ri es Sook-hee, la criada contratada para entregar perdidamente enamorada a la heredera en los brazos del conde Fujiwara.
Esta densa trama de engaños se alimenta de un arrebatado erotismo. Park Chan-Wook lleva a sus personajes y al espectador por una espiral de deseo, pasión y un profundo roce con el sadomasoquismo. Si bien en su trilogía de Old Boy la violencia y la sangre, eran elementos determinantes, en esta ocasión, es el proceso de descubrimiento sentimental, carnal, de lujuria y libertad contenida en la sexualidad. Ese amor que se despierta entre Hideko y Sook-hee va más allá del cuidado de una doncella y las caricias: las miradas cómplices, los celos, el sexo liberador y febril complejiza la vida de estas dos mujeres, al punto de llevarlas a la insania; quizás eso sea el verdadero amor, un acto de locura, un salto al vacío.
Con un tema de intriga y suspenso, el director surcoreano plantea una puesta en escena dividida en tres partes, en las cuales las intenciones de los personajes, siembran más dudas que respuestas, dando un largo aliento a una historia que crece en su desenlace y deja sin respiro al espectador; aunque su metraje es un poco extenso, esto no hace mella en su solidez narrativa. Se ambienta en una época difícil para Corea: el director reconoce que parte de los avances que tendrá la sociedad de su país deriva de la cercanía que pudo obtener con la influencia occidental que vivía Japón, y esto llevó a que con el tiempo las barreras culturales impuestas cedieran. Para Park “Corea permaneció estancada durante mucho tiempo, hasta que se vio forzada a abrir sus fronteras y tuvo que recibir cultura proveniente del exterior a la fuerza. Fue una época en la que, filtrada a través de Japón, la cultura occidental se abrió camino hasta Corea. Fue entonces cuando la ciencia moderna y la tecnología entraron en el país.”. El impulso final, lo da la separación de las coreas y Corea del Sur opto por una abierta cercanía a occidente.
Sin la violencia y la sangre marca característica del director, es más que loable la manera en que Park desarrolla su idea del amor y de la sexualidad, más allá del tipo de relación existente y los sexos que logran componerla, es un acto liberador, sin ataduras, pero que encierra un inquietante poder sobre los individuos, al punto de dejarlos a la merced de los más profundos y oscuros deseos.
Comentarios
Publicar un comentario