Por Leonardo Mora
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Este filme dirigido por Jorge Leandro Colás, basado en la novela de Félix Bruzzone, es una inteligente y realista puesta en escena que indaga en la cotidianidad veraniega de un humilde piletero, persona encargada de limpiar una pileta o piscina. De maneta natural, casi espontánea, sin presunciones, Barrefondo logra cristalizar en un buen y sincero relato acerca de tal trabajador, sus avatares diarios y sus relaciones sociales y familiares, las cuales específicamente se generan hacia su subordinado, su familia, su jefe, sus clientes, y hasta el infaltable y orgulloso brazo de la ley.
Desde el aspecto formal, dados el gusto y la experiencia del director en el cine documental, Barrefondo implementa usos como la cámara en mano, largos planos secuencia, serenidad en los encuadres y predilección por una amplitud constante para referir los escenarios.
Las escenas del filme son sustanciosas en la medida en que son bien elaborados y aprovechados todos los encuentros del piletero, de nombre Gustavo, con los demás, cual sea su rango: desde los más simples, aparentemente, como un diálogo con un cliente idiota, hasta los de mayores y delicadas implicaciones, que incluyen a criminales y policías. Con respecto a los personajes que contratan a nuestro piletero, el director perfila adecuadamente cierta mezquindad tan típica de su aburguesamiento, que como bien se sabe, se compone de especímenes que sufren de la maldición de estar contentos con quienes son, más no con lo que tienen, y juzgar con ese rasero a todo y a todos los demás. Y son precisamente son estos desbarajustes laborales y personales, que se van sumando día a día fastidiosamente en la vida de Gustavo, además de las tensiones con su esposa y su suegro, los que dosifican con interés la trama narrativa, hasta que él se ve estimando una peligrosa e ilegal oportunidad de mejorar un poco sus condiciones materiales y su posición.
Son contadas las películas latinoamericanas de última generación que logran resolver acertadamente el acercamiento a los modos y a la cosmovisión de determinado sector de las clases trabajadoras, en este caso en el contexto argentino. Abundan las intentonas deformadas, insinceras, consabidas, casi ridículas, hasta irrespetuosas, pero Barrefondo, con sobresalientes actuaciones (que no se ufanan de profundos diálogos o protagonismos, como la vida diaria) logra superar con creces tales problemas y se convierte en una gran apuesta, virtuosa en cuanto se sujeta a un sencillo lenguaje, decodificable por múltiples espectadores, y la posibilidad de hacerlos sentir de alguna manera identificados. Es evidente la gran frustración que cualquier tipo de trabajador tiene que asumir a regañadientes cotidianamente, en una monotonía que se torna inaguantable. Y otra virtud que celebramos del filme, es el hecho de que su objetivo va por otro camino que la saturada exposición de dilemas burgueses con su clásico trasfondo de lujo, drogas, divas, galanes, sexo, y risibles problemas de orden psicológico que a la hora de la verdad no dejan de ser atisbos de una expresa imbecilidad. En suma, Barrefondo es honesta consigo misma y con el público; sabe lo que tiene, lo hace relucir, y en ello radica también la invitación a verla, en cartelera actual en Buenos Aires, en las salas del cine Gaumont, situadas en la populosa y transitada zona de Congreso.
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